¡Qué tesoro encontraron Gabriela Fantl, Patricia Molina, Teresa Téramo y Silvana Di Francesco! Recuerdo mirar esas cajas en el estudio de Aída, apiladas meticulosamente, una sobre otra, durante las muchísimas horas que pasamos ahí, discutiendo todo lo que escribíamos, tanto ella, como nosotros (incluyo a Fernando Castets y Eduardo Sacheri en este “nosotros”).

Debo aclarar que Aída ha sido siempre una especie de escritora “Fantasma” en todas mis películas. Nada se filmaba si no pasaba por el ojo crítico y la crítica certera de Aída. De esas discusiones surgieron momentos inolvidables de las películas. Desde el el monólogo de Nino, hablando de lo que era el restaurante cuando lo atendía Norma en El hijo de la novia, pasando por el “Tenés rico olor, papi” de Luna de Avellaneda, hasta el “Dígale que por lo menos me hable” de El secreto de sus ojos, discusiones ricas, cuestionadoras, en las que nos ponía sobre la pared, obligándonos a defender ideas, mejorarlas o abandonarlas.

Así era Aída, rigurosa, meticulosa, sincera. De esa manera era con su propio trabajo, siempre puliéndolo, reescribiéndolo, cuestionándolo. Este trabajo hecho a máquina de escribir, tecla a tecla, idea a idea, quedó guardado en estas cajas, verdaderas pirámides de talento.

Viendo el proceso de trabajo de Aída, es alentador para cualquiera que quiera ser guionista. Vivimos en una cultura de primer boceto, en la que si las ideas no salen de entrada, el autor se descorazona, piensa que no sirve, o depende de esa verdadera rareza llamada inspiración.

Ojalá una obra pudiera transmitir esas horas de charla, de lecciones de guion y de vida, de amistad, y de té con escones. Pero leyendo estas páginas, se transmite su manera de trabajar, de sudar frente a la máquina de escribir, de darse aliento y volver a empezar. Y leyendo el contenido de esas obras, podrán tener una mirada bastante completa de esa mujer talentosa, coherente, fascinante, fuerte, honesta, amorosa, y trabajadora que era Aída Bortnik.

Gracias por este trabajo. Es fundamental.

Juan Campanella